Se nos ha ido Miguel Pérez Moreno. Un tío cojonudo. Hace 33 años, en 1987, en el polideportivo Kendall -una nave industrial reconvertida en pabellón deportivo- nació un equipo de baloncesto en silla de ruedas de vendedores de cupones de la ONCE Sevilla.
Miguel era el delegado de un equipo que entrenaba Antonio Delgado Palomo ayudado por Pedro Martínez y Saturnino Jiménez. El plantel estaba formado por Juan Ayo, Carlos el Gitano, Eustaquio Mira, Jesús Guerrero, José Manuel Plaza Willy, Juan Pastor, José Enrique Periáñez, Joaquín de la Vega, Rafael Martín… Y al que llegaron años después jugadores consagrados como Luis Albelda o Juan Lara. Y un jovencísimo chaval de Valencina de la Concepción, Diego de Paz, que se convertiría después en el buque insignia de la selección española en Juegos Paralímpicos, Campeonatos del Mundo y Europeos y competiciones internacionales. Todos sevillanos. A los que se unieron José Cobos, Manuel Gavira, José Navarro, Francis Almagro y José Antonio Expósito venidos de otros equipos andaluces.
Miguel trabajó codo con codo con el primer presidente del club: Ramón Aroca, cuando aún era ONCE Sevilla. Después con José Manuel Pichel, Andrés Ramos –con quien cambió el nombre a ONCE Andalucía– y Fernando Rico. Hombres que le dieron la mayor grandeza y proyección al club. Y con Félix Hernández Delso y Patricio Cárceles, que fue el último presidente. Personas que apostaron por este grupo humano y con su impulso se convirtió en el mejor equipo de España. Por entonces Julián Rebollo y José María Montero luchaban con denuedo y convicción por el deporte adaptado en la Federación de Minusválidos Físicos. Cómo ha cambiado la terminología desde entonces a ahora.
Después llegaron al equipo mujeres como Tania Romero, Lourdes Ortega o la murciana Sonia Ruiz -capitana de la selección española- y también nuevas hornadas… Israel Sánchez, José Manuel Vargas, Sergio Beiro, Álvaro Pernía, Rafi Muñoz y Lolín Alfonso. Y extranjeros como el mejicano Mario Durán, el inglés Johnny Pollock o el australiano Bil Latham. Y los gemelos jerezanos Alejandro y Pablo Zarzuela, hoy estandartes del equipo nacional. Tras Palomo -que estuvo en dos etapas- estuvo al lado de otros entrenadores como Manolo Moreno, el italiano Mateo Feriani, Abraham Carrión o Manu Balderas. Y Miguel seguía ahí, siempre estuvo ahí. En el Kendall, en el Luis Braille, en Amate y en las canchas de media España.
Tomando el relevo de aquél equipo Virgen del Rocío que Antonio Jiménez Blanco convirtió en intratable campeón de Liga, el ONCE Andalucía se convirtió en el mejor equipo de España. Por entonces los grandes rivales era el Ademi de Málaga de Antonio Henares, el Instituto Guttmann de Barcelona, el CAI Zaragoza, y el Sandra Gran Canaria. Después fueron asentándose entre los mejores Mideba Extremadura, Grupo Norte de Valladolid, Melilla, Toledo, Axa Barcelona, AMFIV Vigo, Hercesa Alcalá de Henares, Peralada Toledo, AMIAB Albacete o Bilbao BSR. Y más recientemente el Vistazul de Dos Hermanas.
La hegemonía del ONCE Andalucía decayó con la entrada en escena del Fundosa Grupo de Madrid -posteriormente Fundosa ONCE y actualmente Ilunion- que fichó a los mejores jugadores del país. Con este equipo mantuvo una lucha deportiva muy bonita, un David contra Goliat, en la que fue capaz de derrotar y derrocar en muchas ocasiones al todopoderoso, a pesar de la gran diferencia que había en los presupuestos.
En verano de 2011 y tras 25 años de éxitos, la competición española se quedó sin uno de los equipos señeros y más exitosos del mundo del baloncesto en silla, con sus 9 Ligas y 7 Copas del Rey y el título internacional conquistado en la Copa André Copa André Vergauwen en el Stade Pierre de Coubertin de París en abril de 2008. Éxitos que saboreó Miguel con esa enorme familia de jugadores, amigos y gente que lo quería. Trabajo humilde, papeleos, trámites de licencias, viajes, hoteles y conciliación deporte-trabajo entre los jugadores que vendían cupones con la ONCE. Entregó su vida a esa tarea como otra mucha gente que también dedicó esfuerzos como Ricardo Molero en las oficinas, Luis Julio del Zapatero con temas de comunicación y Diego Pazo, muchos años delegado de campo.
Gracias por todo lo que hiciste Miguel. Mucha gente no lo olvidará. Tu marcha ha llegado en unas fechas en las que no se pueden celebrar sepelios con aglomeración de personas. Queda pendiente un homenaje para tu despedida.
Por Javier Blázquez
Nunca se le podrá olvidar el delegado más querido y carismático que ha existido en España y sus amigos extranjeros, que se los camelaba con su simpatía.